Entrevista de Javier Cámara a Silvia Somaré para la Voz del Interior.
Silvia Somaré tiene dos licenciaturas: en Administración y en Ciencias Religiosas. Es orientadora familiar y autora de siete libros. Y desde 1987 es religiosa de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús. De eso habla el hábito religioso que viste y también sus “hábitos” pastorales tan inquietos. Hoy es la responsable de la difusión de la beatificación de la Madre Catalina de María Rodríguez, que se realizará el 25 de noviembre próximo y, sobre todo, de la vida de esta mujer singular.
-¿Cuál es el mensaje para los cordobeses y para los argentinos de este tiempo de la beatificación de una mujer que vivió dos siglos atrás?
-Pero me imagino que también hay un mensaje “laico”, que va más allá de lo eclesial, porque se trata de una mujer especial, por el tiempo en el que le tocó vivir…
-La época en que vivió Catalina, pleno siglo XIX, fue el tiempo en el que se diseñaba la patria naciente, se buscaban caminos por dónde construir la mejor Córdoba y la mejor Argentina. Había disensos, puntos de vista y luchas fratricidas por esas diferentes ideas políticas que apuntaban al ideal de República. Unitarios contra federales, rosistas contra antirrosistas, el interior versus Buenos Aires. Esas ideas políticas tenían también expresiones en la sociedad, en la economía, en la cultura. Sumados a los paradigmas del silencio y de la educación rudimentaria de la mujer, además del protagonismo acotado a unas pocas con relación a los varones que lideraban en todo sentido.
-Hoy seguimos con disensos…
-Con disensos y paradigmas. El gran mensaje de esta beatificación para la sociedad es rescatar figuras como Catalina de María, quien, buscando dejar el mundo mejor de lo que lo encontró, hizo visible lo que incomodaba y entregó su propia vida detrás de su ideal. Fue una mujer que dio voz a otras y que golpeó puertas sin temer a los portazos, sin usar una actitud de competencia con el varón, sino de complemento. Se involucró con su tiempo y con su fe aportando ideas superadoras, generando encuentros y tendiendo puentes.
-Perdón, pero ¿está segura de que fue así? No era fácil para una mujer, en ese tiempo, ser tan rebelde.
-Más que de rebeldías de la Madre Catalina me gusta hablar de transgresiones, de visiones amplias y atemporales. Y antes de describirlas, es importante aclarar el porqué y el por quién de estas “rebeldías”. No lo hizo por el nombre de una calle o un monumento, por su propio ego o para demostrar su poder. Lo hizo tras de su ideal que era servir a Dios y, en Él, al prójimo más herido. De ese modo la rebeldía cobra otro color y es la que perdura en el tiempo, y es permeable a todos. También para comprenderla hay que considerar el rol puertas adentro que jugaba la mujer sin tener acceso a la educación formal, como así tampoco al diálogo con autoridades o a opinar en público.
-¿Era una monja “atrevida”?
-No. Pero sí podemos decir que Catalina cometió muchas acciones llevada por lo que sería un “más vale pedir perdón que pedir permiso”. Como que se lanzó conscientemente, no de un modo atropellado, pero saliéndose del molde.
-¿En qué acciones, por ejemplo?
-Le cuento algunas: en un momento de su matrimonio, su esposo, que era antirrosista, junto con otros militares, fue acusado injustamente de liderar una revuelta, y fue llevado preso. Catalina, junto con otras esposas preocupadas, le escribió una carta al gobernador Fragueiro para pedir la liberación de los maridos “en nombre de la humanidad y la civilización”. Años después, ya viuda, con el deseo de fundar la Congregación religiosa, dijo que encontraba obstáculos por su salud precaria y por su “estado de viudez”, es decir, que le ponían dificultades para el voto de castidad por no ser virgen. Y ella misma señala que lo que interesa es la virtud y los méritos.
-“La tenía clara” dirían hoy los chicos…
-Era una mujer decidida. Ante la dificultad para concretar la fundación de la Congregación, su director espiritual le dijo que intentara entrar en un convento de clausura. Hay que recordar que esto ocurría en una época patriarcal y clericalista, en la que la opinión del confesor era prácticamente la “voluntad de Dios”. Catalina rechazó la propuesta con el argumento de que no tenía espíritu para esos conventos…
-Y así nacieron “las Esclavas”…
-La fundación de las hermanas Esclavas se da en una época en la que, en nuestro país y alrededores, la vida religiosa femenina era puertas adentro. Y Catalina plantea una congregación apostólica, en la calle, y así surge la primera congregación de este tipo en el país. Quizás la más resonante de las “rebeldías” es su idea fundacional: formar “una comunidad de Señoras al servicio de las Mujeres”, para enseñarles, protegerlas porque le daban pena los peligros en que estaban. Nada especial si lo leemos literalmente, pero particularísimo cuando se advierte que cuando Catalina decía “mujeres”, se refería a las mulatas, a las prostitutas, a las esclavas, a las sirvientas… Todas las que en esa época eran consideradas lo menos valioso o inexistente de la sociedad. “Señoras” eran las solteras o casadas que por apellido, abolengo, marido o fortuna se destacaban como lo superior del género femenino. Catalina da vuelta el paradigma, ya que hasta entonces las “mujeres” servían a las señoras, y Catalina propone que sea al revés.
Fue laica durante 48 años y tuvo una hija
Primera latina elevada al altar que fue madre de familia.
“Catalina fue laica durante 48 años. En ese tiempo se casó con un viudo que ya tenía dos hijos y tuvo una hija que se le murió al nacer. Fue una buena esposa quien, al morir su marido, dijo: ‘Murió el ser que yo más amaba después de Dios’. Crió como propios a sus hijastros quienes desearon siempre estar a su lado después de la muerte del padre. Por eso, Catalina será también la primera beata latinoamericana que fue madre de familia”.