Homilía. “Ella cruzó el río para encontrarse con los más pobres”

Homilía. “Ella cruzó el río para encontrarse con los más pobres”

Homilía del P. Diego Montiel en el segundo día de la Novena a madre Catalina (19.11.18) Desde la Capilla de la Casa Madre (David Luque 560, Bº General Paz, Córdoba, Argentina).

Hoy en el segundo día de una Novena sumamente especial, porque es la primera vez que rezamos la novena a la beata, con la certeza de una santidad que no había dudas, quizás en el corazón de su obra y de quienes la seguían.

Desde que la Iglesia la descubre, la reconoce, la sube a los altares, se convierte en un ícono para alentar, para imitar. Cuando digo para alentar quiere ser la fuerza de Dios, que nos aliente para llegar al cielo, que nos aliente a recuperar aquel ardor inicial del amor de Dios en nuestra vida.

El Señor nos regala en los textos de la Palabra de hoy, sobre el final de la primera lectura nos dice: “fíjate de dónde has caído”, “conviértete y observa tu conducta anterior”, “sé que tienes constancia y que has sufrido mucho por mi nombre sin desfallecer”. El Señor quiere que volvamos al primer amor, que pongamos la mirada donde estamos, pero donde hemos estado antes, también. En el seno precioso del amor, recuperar la memoria de los acontecimientos marcados por el amor de Dios.

Y me atrevo a pensar en Catalina, en aquellos primeros Ejercicios espirituales en donde ella se encontraba con el Señor de un modo particular, y la marcarían después para siempre; era una jovencita, la marca del amor la dejó como sellada, ella le llamó “Sueño Dorado”.

Pero luego las circunstancias de la vida la llevaron para un lado y para otro, y tal vez habrá pensado, que Dios la quería para otra cosa; se casó, soñó con una hija, soñó con la maternidad que ejercía en los hijos de su esposo, y también, esa vida le era arrebatada con la muerte de su pequeña niña. ¡Cuánta trama de dolor, pero también de esperanza…!

En definitiva, lo que en la vida de este mujer se distingue por el coraje y el atrevimiento para su época, podemos descubrir a una mujer que se anima a buscar, a buscar a Dios desde la audacia de la juventud, perseverando una y otra vez en medio de tormentas dolorosas, arriesgando su comodidad, sus lugares de confort y saliendo a buscar a los que están a la orilla del camino como el ciego de Jericó.

Ella cruzó el río para encontrarse con los más pobres y casi casi hizo presente a Jesús en el paso por su historia en aquellos sacerdotes: Brochero, quedaría marcado en su juventud, por los ejercicios espirituales que acompañaría con su servicio, después la santidad de este cura sostenido por la santidad de esta mujer que lo consolaba en sus desvelos, lo alentaba en su misión, colaboraba con él con el auxilio de las hermanas.

Y en el tránsito de su pasaje, a veces silencioso, a veces más a la vista de aquellas mujeres a quien nadie se atrevía a mirar. Se atrevió a no guardar en su corazón el rencor, por la falta de reconocimiento, las broncas desde un pensamiento más pobre como el que nosotros podemos tener, en aquellos que estaban para ayudarla y a veces le ponían palos en la rueda, a la obra que quería desarrollar. Pienso en algunos curas que querían ayudar o no, a veces ponían dificultades. Ella ponía todo eso en la oración, casi como un grito de auxilio, como el cieguito de Jericó “Hijo de David ten compasión de mi”!!.

La vida de madre Catalina fue un peregrinar por estas latitudes, también posando la mirada en  aquellos que no miraban. Ella elevaba el grito al Señor en su corazón orante, pero extendía la mano, que era la mano del Señor, la voz del Señor que se acercaba respetuosa, pero con coraje preguntando ¿qué quieres que haga por ti?; los enfermos, los desposeídos, los pobres, incluso aquellas que estaban bien al costado y las constituía a estas mujeres “inútiles” para el mundo en colaboradoras de su obra.

Que el testimonio de esta mujer, la santidad en el cielo, nos aliente a nosotros, también en Córdoba, para que otros puedan leer y escuchar el Evangelio por nuestro testimonio y oración. Nosotros que tenemos el regalo de tenerla a ella como madre y a su santidad y testimonio como aliento.-

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