Nota a Hna. Berta en el 2019. Un homenaje a su memoria.
¿Si soy feliz siendo esclava?…¡Qué pregunta! ¡SÍ! ¡Qué hermoso ser esclava hasta la muerte!
Mi nombre es Berta Fernández ecj. sentí el llamado para ser religiosa a los 15 años, ya cumplo 89 años de vida y 74 de vida religiosa. Fue en una tanda de ejercicios y fue hermoso. En la familia nos turnábamos para hacerlos porque éramos muchos, doce hermanos; un año las mujeres y otro los varones. Soy de Ciénaga de Allende, un pueblito muy cercano a Villa Cura Brochero, provincia de Córdoba. Ciénaga significa, que el agua brota y está en constante brote. Junto con mi hermana Laura, somos esclavas del Corazón de Jesús.
Teníamos un cuadro del Corazón de Jesús, que mi papá lo sacó en una rifa de los Ejercicios, le teníamos mucha devoción. Lo teníamos en una habitación de mis hermanos varones, allí dividían habitación y oratorio y rezábamos el rosario; vivíamos el mes de María, donde invitábamos a los vecinos, que estaban a leguas de distancia; primero tomábamos la merienda y después rezábamos juntos.
Gracias a Dios mi familia me llevaba a Dios. Tengo un abuelo santo, que cuando falleció lo encontraron sentadito en la cama, y tenía el rosario en las manos. ¡Era un abuelo santo, nos iba a visitar, nos llevaba golosinas, facturas y rezaba mucho.
Una anécdota para contar siendo Esclava, cuando vivía en España, lavábamos los platos rápido para ir al mar. Vivíamos en la Coruña, en la casa de ejercicios; sólo era cruzar la ruta y llegábamos al mar.
Y otra es en la Paz “La paz de los claustros serenos…” que en realidad es lo que más me gusta; su capilla es hermosa. En este lugar hacíamos de todo, juntábamos leña y hacíamos queso, dulce, dulce de leche; para hacer el queso hay que tener mucha paciencia.
La quiero mucho a la Virgen. A una joven que está en búsqueda, en discernimiento, le recomiendo que vaya, si es posible, todos los días a misa, que comulgue y rece el rosario.
Y a una Esclava le diría “Ser fiel hasta la muerte…”
Herencia brocheriana
Su abuelo materno, Teodosio Murúa, fue uno de los fieles que inauguró la Casa de Ejercicios en 1877. Acudió con su caballo tordillo, al llamado de Brochero para transportar troncos de quinoa desde Altautina y con ese material fabricar los tirantes del techo de la Casa.
Su padre, Jerónimo Fernández tuvo el regalo de confesarse con el Cura Brochero, quien a veces a las apuradas lo hacía en la vereda de la Iglesia.
La hermana Berta heredera de esta historia familiar, recuerda que su padre se alternaba año de por medio con su madre, para hacer los Ejercicios Espirituales, mientras el otro se quedaba al cuidado de los hijos.