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Testimonio. La misión debe continuar

Testimonio. La misión debe continuar

Hna. Valeria González ecj.

Hace unos 10 días atrás las Esclavas despedíamos a nuestra Hermana Lidia Arias. Quienes la conocieron estarán de acuerdo en que era una hermana bastante silenciosa, que se tomaba su tiempo para hacer las cosas.

Luego de haber ejercido durante unos 15 años como Maestra Jardinera en su Salta natal, catequista de alma e integrante de la Legión de María, descubrió así su vocación misionera. Ingresó a las Esclavas con el deseo de llevar adelante la misión.

De bajo perfil, la misión fue una constante en su vida, así como la preocupación por los más pobres, a quienes buscaba ayudar de manera efectiva y sin hacer mucho ruido. Así como Bartolomé, joven de la Comunidad Wichí, a quien ella cuidó en su enfermedad, le enviaba mensaje diciendo cuánto rezaba por su recuperación, personas de diferentes lugares por los que había pasado se hacían presentes.

La última misión  

Durante tres meses de consultas y estudios previos a la cirugía cardíaca, afrontó con calma y serenidad lo que interpretaba como voluntad de Dios. Luego fueron 3 meses y medio de internación, de los cuales 3 meses estuvo sin poder hablar por la traqueotomía. Una verdadera purificación al no poder expresarse, no poder pedir lo que necesitaba.

Y quienes la acompañamos a lo largo de su internación, pudimos admirar su paciencia y mansedumbre, con las que fue un verdadero testimonio, silencioso y a la vez elocuente.
¿Cuál fue “la última misión” de Lidia en este mundo? Hacer presente a Dios en la Unidad Coronaria entre los médicos, enfermeros y asistentes. Así lo expresaba el P. Diego Montiel en la misa de exequias.

A su Comunidad de La Rioja, nos ha dejado una pena por el vacío, pero también la gratitud de haber experimentado la presencia de Jesús en la Cruz de Lidia. Ella fue instrumento para que hiciéramos presentes los sentimientos del Corazón de Cristo, no sólo las Hermanas, sino también aquellos que la atendieron y a quienes sostuvieron con sus mensajes y oración, tanto a ella como a nosotras.

Como Santa Teresita, Lidia podría decir que aún le queda mucho por misionar.
Y para hacer patente la gratitud, siguiendo el consejo de Madre Catalina: “La gratitud es una virtud y un deber que nunca debemos omitir”, quisimos llevar a los que fueron “samaritanos” de Lidia, bombones, estampas y rosarios. (ver Galería). Eso es parte de la fecundidad de la vida de Lidia, la huella silenciosa que dejó una hija de Catalina.

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