Fruto de la experiencia sinodal vivida en la Asamblea entre el 15 y el 17 de agosto de 2025, estas Afirmaciones expresan el reconocimiento e identificación de las principales tensiones, iluminadas por el horizonte y la búsqueda de un modelo pastoral que garantice la comunión y la sinodalidad. Surgen de la interpelación del carisma del Instituto y de los principios de la sinodalidad, e incluyen la elección y priorización de las confirmaciones realizadas por las comunidades. Fueron incorporadas, posteriormente a su declaración, las observaciones conversadas en plenario y los aportes de las comunidades entregados a través de las pautas online.

1. Nuestro carisma nace del fuego del corazón de Jesús que encendió el corazón de Madre Catalina y hoy se expresa en nuestro modo de acercarnos a las personas, amarlas y acompañar su reparación.

2. El carisma es un don y tarea. No se transmite: se descubre en la experiencia con Dios y la vivencia del Evangelio, se profundiza en el conocimiento y la integración personal; y de ese modo se comparte y se contagia naturalmente a los demás.

3. Todos somos portadores del carisma y responsables de hacerlo vida en nuestra vocación, en nuestro servicio y en cada localidad.

4. No hay transformación pastoral sin transformación personal: el cambio comienza en cada corazón y nos invita a ampliar la mirada y a salir más allá de nuestras propias realidades

5. Más que gestión laical, reconocemos que la gestión de las obras y servicios del Instituto es carismática y está confiada a religiosas y laicos/as en verdadera corresponsabilidad.

6. Los criterios carismáticos nacen del sello de amor y reparación, se nutren de nuestra espiritualidad cristocéntrica y son los que orientan y aportan claridad a la gestión carismática de las obras y servicios del Instituto.

7. La gestión carismática necesita liderazgos diversos, claros y definidos desde el amor y la reparación; pero el carisma habita en todo el cuerpo: no se limita a roles, sino que se manifiesta en la participación de todos.

8. Tanto religiosas como laicos/as necesitamos reconocer y asumir la formación y la renovación carismática como una necesidad permanente; más que “renovar el carisma”, lo que se requiere es que las personas se dejen renovar por él.

9. Somos un solo cuerpo que valora la localidad y su servicio a la realidad local y que se fortalece en la vinculación real con todo el Instituto, tejiendo una pastoral de amor y reparación.

10. La espiritualidad del Instituto tiene un sello catalino de familiaridad: vincula el corazón, se encarna en el camino catalino, bebe de la espiritualidad del Sagrado Corazón e ignaciana, y se vive en cada localidad y en todo el cuerpo del Instituto.