El 31 de Julio es el día de San Ignacio de Loyola fundador de la Compañía de Jesús, desarrolla los conocidos Ejercicios Espirituales. Herencia que dejó a la vida de madre Catalina y una gran cercanía con la Compañía de Jesús. En la actualidad las hijas de madre Catalina, las Esclavas del Corazón de Jesús, llevan este sello, por eso siempre se dice que donde hay una Esclava puede hacerse un espacio para los Ejercicios.
Hablar de nieto, es también hablar de abuelo y al mencionar los abuelos aparece la historia familiar, las tradiciones, los orígenes, las raíces “el de dónde venimos”, a quien nos parecemos. Es hablar de identidad, de orgullo, de apellidos, de familia.
Catalina, metafóricamente, tomó como abuelo a San Ignacio de Loyola. Se sentía hija de su Familia religiosa: la Compañía de Jesús. Esta espiritualidad fue la que le enseñó a soñar y la que alimentó su Pasión por el Corazón de Jesús y su pasión por la Humanidad. Ella misma relata su experiencia en el viaje que hizo a Roma en 1892. Allí se presentó ante el Procurador General de la Compañía, el Padre Luis Perelló, como “Esclava del Corazón de Jesús, nieta de San Ignacio[2]” (sic); ante el asombro del sacerdote aclaró que las Esclavas habían nacido de la Compañía, por tanto eran nietas de su Fundador[3].
Se impone la pregunta de rigor: ¿Quién es el “abuelo” Ignacio? Un español que vivió en el Siglo 16 en España que luego de una vida dedicada a las armas y las pompas cortesanas, dedica su vida a Dios fundando la Compañía de Jesús y desarrollando los Ejercicios Espirituales. Herederos y herencia de Ignacio que también llegó a la vida de Catalina quien, por influencia familiar, siempre vivió en contacto con la Compañía de Jesús y en relación con san Ignacio. Le dieron su identidad espiritual, el modo de conocer y de hacer conocer a Dios y un método eficaz de evangelización que, no solo la movilizó a ella, sino también al Santo Cura Brochero.
Además, el acento ignaciano, le dio a Madre Catalina una impronta peculiar que influyó en el carisma y misión de la Congregación por ella fundada y en el estilo de liderazgo que sobre la misma ejerció.
Ya desde la Inspiración fundacional, pensó en regir a su Comunidad de Señoras con las reglas del Instituto de San Ignacio[4]. Y así ocurrió, “las Constituciones fueron las mismas que las de los jesuitas adaptadas a una Congregación femenina”[5], intentó imitar el hábito de ellos[6], e inculcó siempre a las Hermanas la unión a la Compañía de Jesús tanto que, en su lecho de muerte dijo a sus Consejeras “Este Instituto ha nacido en la Compañía y allí permanecerá hasta que nuestro Señor disponga de Él”[7].
Experiencia ignaciana de Catalina
Catalina, a los 17 años hace por primera vez sus Ejercicios, allí descubre su vocación, se encuentra cara a cara con Dios padre misericordioso y toma contacto por primera vez con los jesuitas, dado que meses antes, habían regresado después de su expulsión del Virreinato de Río de la Plata. Los hijos de San Ignacio, de quienes había oído hablar en su familia, la impactaron de tal modo que sintió el deseo de ser como ellos. Con el paso del tiempo, la relación con la Compañía fue cada vez más cercana hasta el punto de sentirse hija de ella y así, nieta de Ignacio, su fundador. Parentesco del que se enorgullece e incluye también a su Congregación: las Hermanas Esclavas.
Desde siempre, como se cuenta en La Laica, promovió los Ejercicios Espirituales y tramitó, no solo el regreso de ellos cuando los expulsó Rosas, sino también su instalación en la ciudad de Paraná. “Dícese que trabajó mucho en aquella época porque los Jesuitas se establecieran allí; pero si esto no consiguió tuvieron mejor resultado sus gestiones ante el Presidente Santiago Derqui para que aquellos volviesen a ocupar su casa en Córdoba en el año 1860”[8]. Y tanto es así que Catalina misma se encarga de acondicionarla: “Entre las primeras personas que concurren al templo de la Compañía está la señora de Zavalía; ella también implora la protección del pueblo para los recién llegados, que lo necesitan todo porque de todo carecen”[9]. El Padre David Luque destaca la adhesión de Catalina, en su vida laica a la Compañía y su obra, diciendo que debería ser premiada por sus desvelos.[10]
En sus Memorias nombra cuarenta y tres veces a la Compañía, frecuentemente habla de estos “parientes” y el ánimo mutuo que se prodigaban, pintando así la cercanía de la que hablo. Los jesuitas, más allá de los nombres, la apoyaron siempre en la idea de fundar la Congregación según la misma Catalina lo hace constar: “Me manifestaban interés y entusiasmo, animándome con sus conversaciones[11] .Fui acompañada por ellos en esos momentos de felicidad para mí, en que mi corazón se encontraba lleno de contento del cual participaban ellos como si les perteneciera[12]. El padre Suárez me dijo, que la Compañía entera quedaría encargada de hacerlo. ¡Con tanta generosidad se manejó este respetable Padre, tan benemérito de nuestra casa![13]
No solo tiene a los jesuitas como consejeros espirituales, también acude a ellos por asesoramiento administrativo: Los Padres de la Compañía creyeron conveniente lo tomásemos (al terreno) pareciéndoles muy acomodado el precio y situado en buen punto; por lo que resolvimos comprarlo[14]
Ana de la Cruz Moyano también atestigua sobre el gen ignaciano que Catalina le dio al Instituto cuando dice: Una de las más puras glorias del Instituto de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús, es la de haber nacido de la Compañía, observar sus mismas Reglas y tener su espíritu, persiguiendo los mismos idénticos fines: la mayor gloria de Dios por medio de la propia santificación, y procurar la del prójimo”[15]. Catalina, de comienzo a fin tiene presente a los hijos de San Ignacio, a tal punto que, cuando por disposición superior, los Padres dejaron de ser confesores en las casas religiosas, Madre Catalina lo sintió mucho, entonces le escribió al Padre Superior de la Misión en América pidiendo se le hiciese la excepción, exponiendo que un Instituto nuevo, necesitaba nutrirse desde sus comienzos con el alimento que le era como natural y que a su vez, los jesuitas se verían enriquecidos espiritualmente con este servicio. Fue así que el Padre Superior concedió lo que solicitó Catalina, haciendo la excepción solo para las Esclavas.
Patrono de la Casa de Ejercicios
Como no podía ser de otro modo, Catalina “era muy devota de San Ignacio ordenó que se hiciese la novena todos los años y lo declaró Patrono de las Casas de Ejercicios”[16]. Y con frecuenta se leen en sus cartas frases como que San Ignacio nos alcance para todas las gracias que le he pedido en su fiesta.[17], He pedido por intercesión de San Ignacio que tanto supo cooperar a la gracia.[18]
El ministerio de la atención de los Ejercicios, que practicó desde joven constituían su actividad favorita, a la que dedicaba el mayor tiempo posible”[19]. Yo ando bien de salud, y contenta con la ocupación de los ejercicios lo que palpo el fruto que se saca, supongo no se habrán olvidado ustedes de ofrecer la comunión que tenemos de costumbre en cada data de ejercicios.[20]
En su desarrollo no solamente se ocupaba de la parte material, sino de la espiritual y procuraba ir formando religiosas para ese apostolado. Se puede leer la trascripción de una rendición de cuentas de varias tandas de 1878 y 1879, en donde aparece la distinción ya citada entre mujeres y señoras como así también la cantidad de pagas y gratuitas.[21] En una carta insta a las hermanas a que ellas mismas den los Ejercicios: He tenido el gusto de recibir la suya del 24 en que me dice que están todas bien y preparándose para servir los santos ejercicios; esto me da mucho consuelo que se ocupen, no solo en el colegio con las niñas, sino en procurar la conversión de los pecadores que tan agradable es a Nuestro Amo, por medio de los ejercicios. De la Rioja tuve telegrama ayer, que han terminado una data y van a principiar otra; mucho me gustaría que ustedes den los que proyectan para señoras. Creo que por este medio vendrán muchos bienes a esa casa[22]
Es bastante llamativo, por no decir transgresor, que Catalina comente que hermanas han dado Ejercicios y anima a otras a darlos. Aún hoy es difícil instalar la idea de que alguien que no sea sacerdote jesuita pueda desarrollar esta tarea, cuanto más en aquellas épocas. Para apostar, para vibrar, para cambiar, hace falta animarse a soñar.
Madre Catalina, desde su propio testimonio nos deja una bella definición de los Ejercicios en la que solapadamente desafía a no perderse esta experiencia.
“Ciertamente hijas mías, los Santos Ejercicios son luz; ellos nos descubren las gracias que hasta entonces estaban ocultas a nuestra vista, dejándonos percibir con claridad nuevos y fáciles medios de practicar las virtudes; sí, fáciles digo, porque la abundancia de gracias que el Señor derrama en esos días de dicha para el alma, le hacen mirar como muy sencillas las cosas que antes tenía por muy dificultosas. ¿Y qué es lo que resta en seguida? Ser fiel a estas gracias, procurando guardar cuidadosamente en nuestros corazones el tesoro que hemos recibido, no para tenerlo allí ocioso, sino para hacerlo producir los frutos que le son propios”[23].
La vitamina de Catalina
Ésta es la vitamina de Catalina, lo que la ayudó a apostar por lo que quería ser, lo que le dio Luz a su andar y con ella iluminó a otros. Considerando su carta y su descripción de los Ejercicios la desglosaré aunque, sin dudas, da para un tratado sobre el tema.
Los llama santos, costumbre de la época, significando algo bueno, venido de Dios pero subraya con certeza que son luz, que nos traen luz. Y la luz es lo que nos permite poder caminar entre obstáculos, lo que nos hace apreciar la belleza y también los defectos, lo que no nos deja desplazarnos si está ausente. La luz da confianza. Es uno de los modos como se presenta Cristo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”[24]
También los llama días de dicha para el alma, días de encuentro especial con el creador, una especie de Tabor[25] con la invitación implícita a bajar de él para testimoniar esa experiencia.
Catalina avanza y dice que la luz de los Ejercicios deja ver las gracias, la presencia gratuita de Dios en los corazones que por diferentes razones aparece oculta a nuestra vista. Es necesario más de una vez, detenerse frente al Creador para apreciar sus señales y así, con la fortaleza y la sabiduría del Espíritu, volar en la vida espiritual.
Esa luz que se manifiesta en los Ejercicios también porta la riqueza de animar la práctica de las virtudes, de facilitar el modo de ser mejores, más humanos, más coherentes con nuestra fe, con nuestros ideales. En otras palabras facilita la bondad, el encontrar y seguir las huellas de Dios, el encontrarse con uno mismo, con los propios límites y dones y con la misericordia del Autor de los dones. Esa facilidad también se extiende a la sencillez de las cosas que se consideraban difíciles; las situaciones en sí no cambian, cambian las perspectivas.
Catalina agrega una pregunta pedagógica, concreta, práctica: ¿qué hacer con este regalo que ella llama tesoro? Catalina luego de describir lo que se recibe y el efecto que producen hace un activo llamado a dar frutos como última etapa, a no dejar ociosos esos regalos. A esos tesoros como ella los llama, hay que custodiarlos y hacerlos fructificar. Se trata de dar rienda suelta a los sueños profundos, a poner empeño y determinación para el cumplimiento de los ideales
La carta atesora todo un programa de vida en 10 renglones, escritos con la sencillez que solo otorgan las profundas experiencias de Dios.
Ejercicios: cuando el alma comienza a volar
Catalina, que nunca estudió Teología y solo sabía las primeras letras, nos regala esta bella y acabada definición de los Ejercicios Espirituales que no admiten ni una palabra más. No se trata de una especulación fruto del cerebro, son la consecuencia de haberlos vivenciado desde los diecisiete años encontrándose una y otra vez, con Dios Padre misericordioso y con su propia persona llamada a ser Hija. Ahora, en 1891, a los sesenta y ocho años concluye en que los Ejercicios son para ella un lugar para que el alma comience a volar, un lugar de voces y silencios, de habla y escucha y de un corazón que atesora perlas preciosas que nos regala en letras.
Por su parte los jesuitas también se hacen cargo del parentesco decretado por Catalina. El Padre Juan Santandreu; a poco de la muerte de su “¿sobrina?” predicando en la fiesta del Corazón de Jesús en Villa del Tránsito, hizo un paralelo entre San Ignacio de Loyola y la Madre Catalina de María: a San Ignacio dio la Santísima Virgen el libro de los Ejercicios, y a ésta le inspiró la fundación del Instituto dedicado al servicio de los Ejercicios, y a procurar hacer efectiva la Obra del gran San Ignacio. Dijo que él era testigo, que había visto y palpado el bien que esta institución hacía; que conocía a fondo el Instituto, el espíritu de muchas de las Superioras, por lo que el Instituto debiera llamarse “Ignaciano”[26] .Sin quererlo, este jesuita, le dio el apellido que Catalina deseó tener por sentirse nieta de San Ignacio.
Con todo lo dicho creo haber descrito, aunque no agotado, esta doble faceta de Catalina, Esclava del Corazón de Jesús debido a su consagración religiosa, a la vez hija de la Compañía y nieta de San Ignacio por su formación espiritual. Dos aspectos inseparables ya que el Carisma del Instituto se ve enriquecido por el propósito de los Ejercicios de buscar y hallar la voluntad de Dios, con el deseo de poner en todo, la regla ignaciana de la Mayor Gloria de Dios[27].
Podemos preguntar ¿Qué apostó ser Catalina? ella misma lo dijo en la etapa más plena de su vida, “Soy Esclava del Corazón de Jesús y Nieta de San Ignacio”. Vio cumplido su sueño de juventud, aquel que sin quererlo, su “abuelo Ignacio” le contagió.
[1] Extracto el Capítulo La Nieta de san Ignacio del Libro “la Historia de una buena Mujer” de Silvia Somaré(ecj),Editorial Claretiana, 2017.
[2] El subrayado es original de la Hna Ana de la Cruz Moyano.
[3] Cf. Apuntes, 258.
[4] Memorias, 21.
[5] Memorias, 79.
[6] Memorias, 78.
[7] Apuntes, 295.
[8] Apuntes, 58.
[9] Diario de la Residencia de la Compañía de Jesús en Córdoba.
[10] AGE: Nota Padre David Luque.
[11] Memorias, 23.
[12] Memorias, 27.
[13] Memorias, 28.
[14] Memorias, 30.
[15] Apuntes, 258.
[16] BRUNO, Cayetano: La sierva de Dios Madre Catalina de María Rodríguez. Fundadora de las Esclavas del Corazón de Jesús (Argentinas), Ed. David Luque, Córdoba, 1995, 176.
[17] Carta 1322.
[18] Carta 1320.
[19] Positio, Vol. I, 71.
[20] Carta 104.
[21] Cf. Positio, 112-113.
[22] Carta 1318.
[23] Carta 1017. La palabra luz en negrita es original de Catalina.
[24] Juan 8,12.
[25] Monte de la zona de Nazaret en donde los Apóstoles vivieron una experiencia de transfiguración de Jesús.
[26] Apuntes 136.
[27] Carta 1073, entre tantas.