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Mirada Ignaciana. Catalina de María dejó un estilo “dar la vida”

Mirada Ignaciana. Catalina de María dejó un estilo “dar la vida”

Mirada Ignaciana de Madre Catalina 

Escribe: Hna. Emilse Noemí Flores ECJ – Prof. Cs. Sagradas. Acompañante Espiritual. Gestaltista. Coordinadora del Centro de Espiritualidad “Corazones Nuevos” de las Hnas. Esclavas del Corazón de Jesús -Tucumán – Argentina.

Otro de los rasgos característicos de la Espiritualidad Ignaciana es la Mayor Gloria de Dios. “Hacerlo todo para la mayor Gloria de Dios” Ad maiorem Dei gloriam que es el lema de los Jesuitas. Para Catalina fue su ideal y su criterio. Le dio felicidad como culminación del proyecto de Dios para ella: Por eso hoy podemos aclamar su “Beatitud”, porque su ser Feliz, está en plenitud:

Catalina, mujer Feliz, buscadora de la felicidad 

En 1Tim 2,4 San Pablo dice: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”

Este es el fin último de Catalina, buscar la “Gloria de Dios”. Y qué es la Gloria de Dios? Es llevar a cumplimiento el proyecto de salvación de Dios a la humanidad. Que podamos todos gozar el ser hijos e hijas de Dios y gozar de esta plenitud filial y fraterna. Como afirma San Ireneo: “La gloria de Dios es que el hombre viva, y la vida del hombre se halla en la Gloria de Dios”.

Es en definitiva expresar lo que dijo Jesús en el Evangelio, el Amar a Dios y al prójimo sobre todas las cosas, como el primero y más importante de los mandamientos. Amar es trascenderse a sí mismo “Salir del propio amor, querer e interés” [EE.189] dirá San Ignacio, para buscar el bien del prójimo.

Catalina nos testimonia:

“No sé qué mayor dicha se puede tener que la de ser Esclava del Corazón de Jesús; esta felicidad sólo puede interrumpirla nuestro amor propio que nos hace desconocer la verdad de las cosas y nos cierra los ojos del alma para no ver nuestros propios defectos” (MC 373)

El horizonte de Catalina fue la Gloria de Dios, para ello quiso poner todos los medios posibles. Su vida se vio jalonada de oportunidades desafiantes donde se puso en juego su actitud fundamental, su libertad de corazón. Catalina se dispuso a ordenar sus deseos y sus cosas en función de ese proyecto de Dios. Invitada a elegir, optó por la VIDA, y Vida en abundancia.

San Ignacio al final del Principio y Fundamento de los Ejercicios entrega un criterio de radicalidad evangélica: …“las otras cosas sobre la haz de la tierra son para que le ayuden en la prosecución del fin para lo que es creado…y tanto usar de las cosas en cuanto le ayuden…solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados”. En este elemento integrador de la persona y de la vida está la propuesta de maduración espiritual. Nos remite a una espiritualidad activa, discerniente, de libertad frente a las cosas y los afectos, de confianza plenificante, de la mayor entrega.

Es verdad que Catalina aprendió a ayudar y dejarse ayudar desde pequeña, vivenció la carencia de padres y la soledad en su búsqueda de su vocación verdadera, y como toda joven buscó su felicidad, siendo fiel a sí misma, y desde ese horizonte respondió a lo que interpretó como camino de fe en cada tiempo. Y seguramente se preguntó: ¿Qué mayor bien puedo hacer? ¿Qué es lo mejor, lo que más puede ayudar? ¿Dónde, cómo? ¿Qué es lo que Dios quiere para mí? ¿Qué cosas me atan el corazón? ¿Qué cosas o personas me ayudan en mi camino para ir a Dios?

Podemos inferir, que este fue el criterio que tomó cuando reflexiona y acepta el estado matrimonial. En 1851, ella tuvo en cuenta los signos de los tiempos difíciles de su Córdoba natal y del futuro de su país, de las tendencias políticas y de los riesgos que estaban pasando como familia. Es posible que al querer hacer un discernimiento de su vocación, para lo cual dedicó un tiempo en el Colegio de niñas Educandas, debió pesar en su decisión los pequeños huérfanos de Manuel Zavalía, su pretendiente, y la posibilidad real que él perdiera la vida por sus obligaciones militares y la activa participación como opositor a la política oficial. Ella era huérfana y sabía por experiencia propia lo que significaba. Por qué no pensar que fue su deseo de contener, proteger a los pequeños niños Benito y Deidamia Zavalía, el objeto de su ternura y de su conmoción. Aquello que deseaba aún no podía verlo concretado, los tiempos de Dios eran otros para ella…y “conservando estas cosas en su corazón” confió, esperó contra toda esperanza, ordenando esas “otras cosas” para que más ayuden…saliendo de su propio amor, querer e interés”.

Dios sabe poner en el corazón la decisión más acertada. Catalina postergando su primera vocación pudo dar vida y felicidad a otros más vulnerables y pequeños, aceptando, con docilidad y fe, “solamente deseando y eligiendo” lo que Dios estaba eligiendo para ella. Así fue “colocada” en el mayor servicio, como ella lo expresa: “quiso Nuestro Señor, por medios muy raros colocarme en estado bien diferente” (Memorias 1)

Este modo de hacerlo todo para la “mayor gloria de Dios”, es el “Magis ignaciano”. Es la invitación de decidirnos por lo que más y mejor sirva a Dios para su proyecto de humanización. Lo más, lo mayor, lo mejor pero respecto al servicio que se hace.  No es el producto de la eficacia o de prestigio. Es la motivación de fondo y lo fundamental, el “ser colocada” la persona en el seguimiento de Jesús, en dinamismo de Reino, de generar un mundo más humano. No se trata de hacer las cosas más grandes, sino de hacer aquellas que son posibles para ayudar más y mejor a los demás.

Madre Catalina lo vivía como expresión de grandes deseos de generosidad y desde su mayor autenticidad como respuesta agradecida. Ella lo promovía, con un estilo concreto de acompañar, de dar vida, a través de la acogida, el trabajo, testimonio de humildad, Amando y reparando. Como fundadora se puso al servicio de sus hermanas, en el acompañamiento epistolar y en los detalles cotidianos y sobre todo en los esfuerzos de cada fundación. No se cansaba de orientar:

“Que todas trabajen unidas por la gloria de Dios” (MC 296)

“Hágalo todo por la Gloria del Sagrado Corazón y encontrará la paz en su alma” (MC 150)

“En nosotras no debe haber otro deseo, ni otro pensamiento que la mayor Gloria de Dios” (MC 276)

“Deseo que como ángeles veloces vuelen las Esclavas y se repartan por todo el mundo, trabajando por la gloria de Dios” (MC 129).

 

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