«En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, Amén”.
Día 9 de junio. DESDE LOS OJOS MISERICORDIOSOS DE JESÚS MIRAMOS NUESTRA REALIDAD
Corazón de Jesús ¡Mírame con mirada de misericordia, porque tu amor me dignifica y mi vida se ilumina. ¡Señor, que mi mirada sea capaz de dignificar también al prójimo!
Lectura Juan 19, 34-37
Uno de los soldados atravesó con una lanza el costado de Jesús, y enseguida salió sangre y agua. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: «Mirarán al que traspasaron».
En el Corazón de Aquél a quien traspasaron contemplamos la manifestación de la misericordia que nos lleva a mirar el mundo con esperanza. Si no hay esperanza no hay reparación posible. Dios sigue siendo bueno y sigue mirándonos con bondad. La muerte no puede ser su última palabra sobre la humanidad y su historia.
Hay signos de muerte, hay odio y opresión, sigue existiendo violencia e injusticia, aún en medio de tanto dolor que ocasiona la pandemia a la que nos enfrentamos.
¿Dónde queda entonces la esperanza?
Nuestra esperanza está en ese Corazón traspasado que nos da vida, que nos sigue mostrando una y otra vez que el amor de Dios es misericordia, que “es la forma que toma el amor de cara a la miseria humana, misericordia que sana, reconcilia, comunica una vida nueva y eterna.
Somos convocados a ser misericordia encarnada con los demás y con nosotros mismos. Cuando nos dirigimos a María, en la oración de la Salve, pedimos que nos mire con esos “sus ojos misericordiosos”, también así cada uno de nosotros puede con confianza pedirle al Hijo, “vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”, y dejarnos envolver por esa mirada misericordiosa del Amor, para aprender, en un mundo inmisericorde y frío, a tener entrañas de misericordia, para mirar la realidad con la mirada de Jesús.
Con Madre Catalina vivamos la certeza de la misericordia del Corazón de Jesús:
“Tenga mucho cuidado de no desconfiar ni un momento de la misericordia de su buen Amo” Madre Catalina de María.(Carta 991).
“Aquí me tienes, Señor, en tu mirada, con mis errores, con todos mis lamentos,
vengo de lejos en busca de tu calma, de una palabra que llene mi silencio.
Aquí me tienes, Señor, no tengo nada, tal vez un beso que nadie me pidiera,
estoy cansado, mi vida se derrama, dame tu aliento, Señor, tu primavera”.
Nos consagramos al Corazón de Jesús: Rendido a tus pies…