Escribe: Hna. Emilse Noemí Flores ECJ – Prof. Cs. Sagradas. Acompañante Espiritual. Gestaltista.
Uno de los campos más característicos, aunque no original ni exclusivo, de la espiritualidad ignaciana es el “discernimiento”. Un discernimiento espiritual que, no consiste sólo en las elecciones puntuales que se realiza en determinados momentos de la vida, sino como un talante espiritual, una dinámica cotidiana para llevar una vida evangélica. Catalina fue una mujer que vivió su vida en clave de discernimiento, como un modo de proceder y situarse en la vida.
El discernimiento responde básicamente a la llamada evangélica del amor y a la vigilancia. La persona que entra en discernimiento debe de tener el coraje de vivir en libertad interior ese Amor, y buscarlo con atención vigilante; y para eso habérselas con el dolor que implica la búsqueda de la plenitud, en la realización de los planes de Dios. Debe animarse a los riesgos de esa libertad y hacerse cargo de sus implicancias.
Sólo quien vive el discernimiento como un movimiento de amor y confianza en el cumplimiento de la promesa de Dios se lanza a vivir la propia vida con sentido y hasta el extremo, olvidándose de sí, resistiendo contra toda esperanza. En Catalina su LIBERTAD INTERIOR la hizo fuerte, insistente, combativa, resistente, mujer de FE.
“Resistir” es un verbo que san Ignacio emplea con especial fuerza cuando habla de la “desolación”, tanto en las “Anotaciones iniciales de Ejercicios” como en las “Reglas de discernimiento”.
“Resistir” nos lleva a hablar de la fortaleza, don del Espíritu y virtud característica de la vida cristiana en toda la historia de la espiritualidad. La fortaleza es necesaria porque en la vida y en la vida espiritual hay lucha y combate. Y de esto Catalina tuvo experiencia. Y cada uno de nosotros en nuestra particular medida también. No sólo afrontamos las dificultades normales por las que pasa cualquier persona humana, y de las que nosotros no somos eximidos, sino que cuando intentamos actuar y obrar en fidelidad al evangelio de Jesús experimentamos unas dificultades “añadidas”, aquellas a las que se refería Jesús cuando hablaba de dificultades «por causa mía y del evangelio».
Contemplemos a Catalina en los meses previos de la concreción de su Sueño:
“En 1871 volvió a repetir la experiencia de los Ejercicios. Estando en ellos recibió la noticia de la muerte de Indalecia Paz de González, la cual “a pesar de serme muy sensible su pérdida se abrió con ella una puerta a mi esperanza porque desaparecía el inconveniente del señor Yáñiz para cumplir sus promesas. No dudé que…invertiría sus bienes…favoreciendo esta empresa…con lo que acabé mis Ejercicios llena de consuelo no dudando que mis oraciones habían sido oídas” En efecto, dicho señor propuso a Saturnina servir en una tanda de Ejercicios, más aún, que se trasladase para ello a la casa para dicho fin y fue entonces que se planteó la necesidad de formar un grupo de servidoras para el futuro y quedar ella como directora de la misma a perpetuidad. La conversación “fue muy larga y en toda ella no descubrí sino motivos de consuelo y de grandes esperanzas, con lo cual quedé muy alegre y dando gracias a Dios”. Pero muy luego, cambiaron de aspecto todas las cosas para ella cuando cambió de parecer este señor con vaivenes inexplicables. Y a partir de ahí quedaron cortadas las relaciones con él. Y el P. David Luque a partir de ese momento no puso empeño y trataba con indiferencia y frialdad el tema de proseguir con el proyecto por algunas difamaciones en contra de Catalina. “Con este desenlace de las cosas volví a ver cerradas las puertas que creía haberme abierto la Divina Providencia.”
Este acontecimiento, como muchos otros con injurias y sospechas, pusieron en prueba la fe de Catalina. Entre la esperanza y el desconcierto. La desilusión y el desengaño de los más cercanos. ¿Cuál hubiera sido la tentación de Catalina? El de “tirar la toalla”, el dudar del Sueño Dorado al interpretar los hechos, dejarse llevar por los consejos de quienes le decían de renunciar, de resignarse con el desánimo y la frustración. Como también el de “bajarse de la Cruz”, el de correrse de la misión encomendada. “Sálvate a ti mismo y baja de la Cruz” (Mc 15,30).
Pensemos en la parábola de la viuda insistente ante el juez injusto que no temía a Dios, en Lucas 18, 1-8. Si la viuda se hubiese quedado pasiva cultivando el sufrimiento por la injusticia de un juez que no atendía a su reclamo, hubiera ahogado la promesa. Por el contrario, aceptó el dolor del trabajo de insistir, con el riesgo a perder, y logró por fin que ese juez atendiera su defensa. Seguramente este pasaje evangélico fue rezado por Catalina y caló en su alma la enseñanza de Jesús de orar sin desanimarse.
Catalina experimentó esta fortaleza frente a la consecución de su obra, con todo, “no dejaron de aparecer muchas dificultades y angustias y ser injuriada” por quienes consideraban que iba a fracasar, “que no subsistiría, y que tendría un fin muy ridículo”. Por el contrario ella puso su confianza en Dios. A lo que ella misma comenta: “Así son las cosas cuando aún no ha llegado el momento destinado por Dios para su realización; pero como yo ignoraba esto, seguía haciendo frente a los inconvenientes con la esperanza de conseguirlo” (Memorias Cap 4)
- ¿Cuáles son esas falsas voces que me afectan personalmente que me alejan de la promesa de Dios y de mi esperanza? En qué lo noto?
- Y cuales son las voces del Buen Espíritu que me animan y me alientan en mi vida?
Bibliografía consultada:
–V. Catalina de María Rodríguez “Memorias” Datos para la historia de la Congregación de las Esclavas del Corazón de Jesús. Ed.El Atelier Córdoba
-P. Guillermo Randle sj. “Una aproximación a la interioridad de la Venerable Catalina de María Rodríguez en sus Memorias” 1865-1872 Ed Cafure BsAs. 2008
– José Luis Lazzarini sj y José Javier Aizpún sj “Porlegómanos del discernimiento”- Del Boletín de Espiritualidad del CEIA Nº 230 Artículo. julio 2010