Escribe: Hna. Emilse Noemí Flores ECJ – Prof. Cs. Sagradas. Acompañante Espiritual. Gestaltista. Coordinadora del Centro de Espiritualidad “Corazones Nuevos” de las Hnas. Esclavas del Corazón de Jesús -Tucumán – Argentina.
Madre Catalina buscó y halló a Dios en medio de las maravillas de la vida, como en las pequeñas y grandes cosas, en las alegrías y momentos de amor y gozo, en la calma de la oración…“Es imposible explicar el contento y la alegría que reinaba en todas al vernos en nuestra propia casa y que nuestra Congregación se afianzaba cada día más y progresaba bajo la visible protección del Corazón de Jesús”[1]
Fue un verdadero desafío el buscar y hallar el rostro de Dios en medio de las pruebas, en las horas del dolor, en la crisis, en las preocupaciones y agitaciones de la actividad. “Vino a este pueblo la peste desoladora del Cólera que me llevó dos de mis compañeras…no me es posible expresar las impresiones de pesar que recibí con estos acontecimientos.”[2]
Y por gracia de Dios fue muy propio de ella mirar todas las cosas desde la óptica de esa total confianza de estar en manos del Sagrado Corazón de Jesús: “Me puse en la presencia de Dios y, llorando amargamente, deposité mi deseo en el Corazón de Jesús” [3] También cuando respondió junto al Cura Brochero a las necesidades de los serranos y luego después en cada una de las Fundaciones que realizó por las Provincias, etc. “En toda la relación hecha hasta aquí de los sucesos acaecidos a nuestra Congregación está de manifiesto el cuidado que Nuestro Señor tiene y ha tenido siempre de mezclarnos los consuelos con las amarguras”[4]
Vivir contemplativamente como lo hizo Catalina
Es vivir con apertura a ser “tocados” por las realidades de la vida, no vivir amurallados ni acorazados. Es vivir abiertos a que nos afecten las cosas y, en ese “ser afectados”, que nuestros afectos sean movidos. Ella no se encerró en sí misma, sino que vivió todas las cosas que le sucedían desde su interioridad.
Ella tuvo una mirada atenta a la historia, de las personas con las que convivió, al mundo en su complejidad.
Situada en la historia buscó la proximidad, la cercanía, el contacto, se involucró, sin dejar detalles y transformó las sensibilidades. Y cuanto mayor fue ese “conocimiento interno” de las personas, más posibilidad tuvo para ayudarlas, algo más que un remedio esporádico y superficial. Así lo atestiguan sus numerosas cartas: “Mi hija queridísima en el Señor: He tenido el gusto de recibir su cartita y siento mucho que esté mal de salud, pero sobre todo siento lo que usted está sufriendo en su espíritu…Todo esto pasará pronto por la bondad de Dios, pues mediante su gracia, se pondrá remedio al mal para que no continúe”(N° 417)
Vivió una espiritualidad de la cercanía respetuosa: de mirar a la cara, del tú a tú, del cuerpo a cuerpo. No miró a las cosas y a las personas “desde arriba”, “a lo lejos”, “en conjunto”, sino que intentó llegar a cada uno. Y desde esa cercanía, reconociendo las debilidades y limitaciones personales y la de los demás, tendió puentes de misericordia y compasión. Y si tuvo que marcar errores, reconocer impedimentos, esperar tiempos, impulsó los grandes deseos de libertad y desprendimiento, madurando una confianza ilimitada en Dios y en sus hermanos.
Catalina, como “contemplativa” ignaciana fue una mujer centrada y criterio propio, tendió a ver y a escuchar por sí misma, a tocar con sus propias manos siempre que ello le fue posible…y eso le dio temple en sus propias y particulares “consideraciones”, como dice San Ignacio en los Ejercicios, sobre aquello que fue contemplando, y en las veces que tuvo rechazo u oposición, le dio la aceptación madura.
Catalina experimentó a Dios en una espiritualidad de lo cotidiano y podemos ver la actividad de Dios en su vida. Ella hizo el camino de Ignacio: la búsqueda incansable de Dios, siempre donde Él quiere dejarse encontrar, buscarlo en lo cotidiano y diariamente. Este habitar en una constante contemplación en la acción, hizo de ella una mujer llena de Dios y ricamente humana para sus hermanos.
Y nosotros, nos dejamos impactar por nuestra realidad? La miramos con sensibilidad, desde nuestro interior?
Vemos y aceptamos todo lo que nos rodea como Don y gracia? ¿Entablamos un diálogo fecundo con esas realidades y con Dios quien las habita? Nos comprometemos como lo hizo Catalina?
[1] Memorias 74
[2] Memorias 31
[3] Memorias 37
[4] Memorias 70
También te puede interesar “Mujer Ignaciana contemplativa en la acción” Parte 1