11.04.2020. Por Hna. Cecilia Sarmiento ecj.
Propuesta para un momento de oración.
Durante el “sábado santo” la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, especialmente acompañando a María, la Madre Dolorosa.
Rezamos:
“Sepultado el Señor, sellaron la piedra y pusieron la guardia para custodiarlo”. Se alejó nuestro Pastor, fuente de agua viva. Un gran silencio envuelve la tierra, una gran soledad. Duerme y descansa en paz, Jesús Nazareno. Dios, tu defensor, va a restituirte el honor que los hombres te arrebataron; mañana su falsedad y engaño quedarán al descubierto. Estás ahora acostado en el lecho de la tierra; duerme y descansa en paz, que mañana Dios te despertará para que amanezca la alegría de tu corazón vivo, rompiendo la piedra del sepulcro, y te muestres vencedor ante los hermanos.
Tu Señor y nuestro Dios te hará vivir tranquilo. Descansa en paz y duerme ahora. Pon tu suerte en esas manos, no vacilarás. Que tu carne descanse serena hasta la alborada. Y mañana… enséñanos a todos el sendero de la vida; llénanos con tu presencia de alegría para siempre. Pero ahora, duerme y descansa en paz. Permitamos que tu Padre prepare la gran fiesta de mañana, porque Tú, Salvador nuestro, ya has destruido el poder del enemigo. Nosotros procuraremos lavar un poco más el corazón, preparándolo para recibirte y escuchar tu voz. Mañana… tómanos de la mano a todos, levántanos, dinos: “Despiértense, los que duermen, levántense de entre los muertos, que yo seré vuestra luz”. Que tu sueño, Señor, nos saque del sueño del abismo.
Junto a tu cruz y tu sepulcro tuviste a tu Madre dolorosa, participando en tu aflicción: haz que tu pueblo, nosotros, sepamos acompañarla. Y como Tú, grano que caíste en la tierra para morir y dar fruto, como Tú, también nosotros sepamos morir al pecado y vivir para Dios. Que siguiéndote a ti, caminemos siempre en una vida nueva. Cambia nuestro luto en danza; muda nuestro traje de presidarios y vístenos de fiesta. Volvamos al Señor; que Él nos sane, que Él nos vende, que Él nos resucite. A precio de la sangre de Cristo hemos sido rescatados(Fragmento de Francis Pastor, cmf).
Llegamos a uno de los momentos más olvidados de la Pascua, pero que es fundamental: el Sábado Santo “por la mañana”, es decir, cuando Jesús ha muerto y parece habernos abandonado; cuando aún queda lejos una esperanza de resurrección, y cuando sólo nos queda una madre sin su Hijo.