Casa Madre, de 1875, ubicada en calle David Luque 567, la Casa donde nació el Sueño Dorado de Catalina de María Rodríguez, fundadora del Instituto de las Hermanas Esclavas del Córazón de Jesús, es uno de los lugares de valor histórico y cultural para la ciudad de Córdoba. Un espacio que, además, conecta con lo “vivencial”, con el sentirse FAMILIA, tal como lo refleja el relato de Gabriela Lacamoia.
“Caminar hacia Casa Madre es volver al origen; es un retorno al lugar donde todo comenzó. Allí, entre paredes sencillas y patios que aún guardan el eco de pasos antiguos, Madre Catalina vivió, oró, sonó y entregó su vida. El mismo aire parece estar impregnado de su presencia, como si cada rincón susurrara su historia.
Atravesar el umbral de esa Casa es entrar a un tiempo distinto, donde pasado y presente se abrazan. Reconocemos en el silencio de sus habitaciones la fuerza de un amor que supo hacerse servicio, y en los objetos sencillos, la huella de una vida que se gastó por completo. En Casa Madre, cada marca, cada sombra de luz, habla de una mujer que supo hacer de su hogar un lugar para Dios y para los demás.
En Casa Madre se gestó el Instituto que no se pensaba en sí mismo en singular, sino como familia, un hogar que acogía… Entrar hoy es reconocer que es de todos, porque allí nació una forma de vivir que nos convoca a ser también casa para todos.
Fotos: gracias al equipo de Comunicación del Colegio de María.
El camino hasta aquí es también un camino interior. Al cruzar sus patios, cada paso nos invita a reconocer la casa que somos: hecha de fragilidades y dónde, de luchas y de paz. Madre Catalina supo que, para levantar un hogar que perdure, primero hay que dejar que Dios habite dentro. Su vida fue prueba de que la verdadera casa es aquella donde el corazón se abre para alojar la presencia de Cristo y, con Él, a todos los que Él nos confía.
Y así, en este lugar… donde todo comenzó; el alma se queda en silencio. Hay una paz que envuelve, una ternura que no necesita palabras. Sentimos que no hemos llegado a un sitio, sino a un abrazo. Casa Madre no es solo memoria; es latido. Es el hogar donde Madre Catalina nos sigue recibiendo, cómo si abriera la puerta, sonriera y dijera: “Esta siempre ha sido tu casa”.








