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Egresados que reparan. Margarita digna hija de Brochero y de Catalina

Ex alumna Margarita Fernández, Cura Brochero, 1901- Santiago de Chile, 1997

Si bien estuvo los últimos treinta años de su vida en Chile, no perdió su tonada cordobesa que alternaba graciosamente, con modismos locales. Siempre buscaba un jazmín o una rosa para ponerle al Sagrado Corazón. Como buena brocheriana, amaba a la Virgen y andaba con el rosario en la mano. Dejó huellas de reparación parecidas a las de su querido Cura Brochero. 

La carta de presentación de la Hermana Margarita es lo que ella misma repetía en su ancianidad: “El Señor Cura casó a mis padres, me bautizó y me dio la primera Comunión”. En efecto, su familia tenía mucha cercanía con Brochero. Se cuenta que el Cura tenía un niño de lazarillo, cuyo padre lo asistía en su enfermedad. Este hombre, tenía miedo de contagiarse y el cura, leyendo su temor, le dijo que no temiera que ni a él ni a su familia le iba a pasar nada. Ese niño era el hermano mayor de Margarita y ese señor, su padre.

Margarita, o Margot, era una mujer exquisita que aunque estuvo los últimos treinta años de su vida en Chile, no perdió su tonada cordobesa que alternaba graciosamente, con modismos locales. Siempre buscaba un jazmín o una rosa para ponerle al Sagrado Corazón y ella misma, era una flor que repartía su perfume caritativo a todos. Durante muchos años fue portera del Colegio, conocía a todos y usaba ese cargo para establecer puentes entre los que más y los que menos tenían. ¡Le encantaban los duraznos! Tenía un olfato especial para detectar los más ricos, también era golosa y como fiel hija de Madre Catalina, le gustaba comer chocolates.

Como buena brocheriana, amaba a la Virgen y andaba con el rosario en la mano. En su vejez ya no tenía tareas en el colegio pero estaba al tanto de todo, preguntaba, rezaba y cuando las más jóvenes regresábamos de la tarea con rostro cansado, nos llamaba y nos decía “cuéntame qué te pasa, así rezo”. Su sonrisa, su alegría y su serenidad invitaban a preguntarle cómo lo lograba y ella con sencillez decía “Cuando yo era chica, las hermanas en el Colegio me enseñaron a leer, a escribir y a confiar en el Sagrado Corazón”. Todo esto llevaba a hacer irresistibles las ganas de abrazarla y darle muchos besos en sus manos y sus mejillas, ella se oponía y con sus ojos verdes, llenos de picardía decía ¡Qué van a decir de nosotras!

Margarita, gran mujer, gran hermana. Digna hija de Brochero y de Catalina.

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