El festival de folclore estudiantil: una marca registrada en el corazón de los deanfunenses

Margarita Ruiz. Ex docente Instituto Privado “Sagrado Corazón”.

Pensar un proyecto distinto, atractivo, acorde a las necesidades juveniles, a sus preferencias, se torna difícil si sólo se lo piensa desde la óptica de adultos que en muchos casos confrontan con las necesidades adolescentes. Pero si este es mirado con los ojos del mismo adolescente, con el cual se trabaja a la par, la realidad toma un matiz distinto, y las ideas pueden florecer aun mejores que los originales.

Estos pensamientos sirven para empezar a hablar de una idea singular, como lo es el FESTIVAL DE FOLCLORE ESTUDIANTIL, nacido al calor del esfuerzo mancomunado de docentes y alumnos del Instituto Privado Sagrado Corazón, allá por el año 1999, con las ganas de promocionar talentos adolescentes, unir voces, y por qué no, ser semillero de futuros artistas. Aquí con Claudio Pacheco acordes de reparación.

Con errores y aciertos, hoy este festival tiene allanado el camino en el reconocimiento local, en la opinión provincial y nacional, en las voces de quienes desinteresadamente y con la curiosidad por lo distinto se animaron a participar, y camina de la mano de su mejor representante y guía: el Sagrado Corazón, marcando un camino que sabemos, con su fuerza, no termina…

“Muchas veces, las cosas sólidas y permanentes brotan de semillas locas, que se tiraron al acaso, corriendo el riesgo de que se las llevara el viento”.

“¡¿Qué… Un festival de la canción folclórica?! Ustedes están mal… Como si no perdieran ya suficientes horas de clase…: que la Feria de Ciencias… que la campaña del Kilo… que la Semana del Estu-diante y, ahora, ¡El festival de folclore!. Lo que tienen que hacer ustedes es estudiar, aprobar las materias… Menos guitarra y más libros…” fueron las expresiones.

Aquí los comienzos del Festival.

Los padres protestando porque “cada día se les ocurre una cosa nueva en este colegio. Vamos a tener que ir a ver de qué se trata eso. Tene¬mos que acompañar a los hijos… de noche”.

Y la cosa se fue armando despacito. Se enviaron invitaciones a todos lados, como si las desparramara el viento que nos identifica. Y hubo más respuestas de las esperadas. Las aulas se convirtieron en dormitorios “de campaña” por un fin de semana. Los jóvenes no sienten el frío ni el suelo duro.
Si el tiempo lo permitía, el patio de la primaria era la gran cocina donde se freían las empanadas y se asaban los chorizos. Y en medio del humo, padres y docentes fuimos conociéndonos y estableciendo otro tipo de relación.

Homenaje a “PAQUITO OCAÑO” por su trayectoria, dedicación a la música folklórica, su solidaridad y entrega a los jóvenes.

Algunos encontraron coraje para subir al escenario y cantar. Otros, tímidamente ensayaron algunos pasos y zapateos. Los más nos conformamos con aplaudir y trabajar para que el festival, hecho por y para los jóvenes, adquiriera cada vez más importancia.

Y pasaron los años y mucha gente se fue por diversas circunstancias: los alumnos egresaron; los docentes nos jubilamos; las monjitas fueron trasladadas; algunos papás ya no están entre nosotros…
Pero ese festival que surgió locamente fue adquiriendo cada vez más importancia, llegó a mayor cantidad de jóvenes y llamó la atención de destacados artistas y profesionales de la música que sintieron y sienten la necesidad de apoyar este evento como una manera de fortalecer los valores que deben identificar a nuestros jóvenes.

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Dice una canción muy bonita: “Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida, entonces comprende cómo están de ausentes las cosas queridas…” Y nosotros volvemos después de diez años para constatar que por suerte, en este caso, el autor se equivocó: las cosas queridas están presentes en las paredes, en los patios, en las personas, en los recuerdos, en la música…”

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