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Familiares Madre Catalina. Un domingo inolvidable

Escribe: Hna Silvia Somaré (ecj)

Ya estamos acostumbrándonos a las “travesuras” que sigue haciendo Catalina para cruzar los caminos de las personas. De una de esas fui víctima yo.

Hace unos meses me invitaron, del Colegio Divino Corazón de Buenos Aires, a dar una charla sobre Madre Catalina. Antes de comenzar se me acercó una señora que con su árbol genealógico en mano, me mostró que era bisnieta de Carmen López Rodríguez, la amada sobrina y ahijada de Madre Catalina, única hija de su no menos querida hermana Estaurófila. Hermosa fue la sensación del descubrimiento y quedamos en que, en mi próximo viaje a Buenos Aires nos juntaríamos con el resto de sus hermanos y familiares. Eso ocurrió el lluvioso domingo del 9 de julio. El modo como esta mujer, llamada Valeria Moyano, llegó a ese lugar da para contar otra travesura que su tía Catalina le hizo a su hija. Ahora seguiré con la mía.

Carmencita, la sobrina de Catalina se casó con Rafael Moyano y tuvieron 9 hijos, la mayor de ella, María Luisa fue Esclava del Corazón de Jesús (renombrada Ignacia) y el resto, muy prólíferos, dejaron descendientes en Buenos Aires, Córdoba y Tucumán.

En la reunión dominical estuvieron muchos familiares de Buenos Aires y viajaron otros de Córdoba. Fue un encuentro de familia; yo me sentía, como hija de Catalina, ante mis primos y ellos sumamente emocionados por descubrir a su tía no sólo famosa, sino por la relación estrecha con Estaurófila. Yo contaba mis anécdotas de Catalina que saqué de sus Memorias y ellos contaban las suyas oídas de sus padres y abuelos, por ejemplo que cuando iban a visitar a su tía Ignacia a la Casa Madre, las demás hermanas los trataban con especial deferencia porque eran los “sobrinos” de la Fundadora, también que había una tía ya mayor que repetía “yo siempre dije que había una santa en la familia y no me creían”.

Como hija de Catalina, les llevé lo que ella les hubiese regalado ¡chocolates y detentes! Se “peleaban” como niños ante el regalo de la tía buena, pero un par de sobrinas no quedaron del todo contentas. Querían una reliquia de la Madre, yo metafóricamente les dije que la sangre de ellos es una reliquia viviente, que por sus venas corre “sangre catalina” y que yo me quería llevar aunque sea una gota de ella. Eso despertó el orgullo de los adolescentes que seguían los relatos en silencio y con ganas de saber más.

El tiempo se nos pasó volando, ahora vendrán más encuentros con familiares que iremos reuniendo y buscando y, una vez más podemos decir a coro ¡Catalina es de todos!

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