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Reconocimiento a una mujer que amó al paso que trabajó junto a las Hermanas Esclavas

Comunicación @madreCatalina – Hnas. Esclavas del Corazón de Jesús.

Norma Roldán tenía 41 años cuando ingresó a trabajar como enfermera en la Casa madre de las hermanas Esclavas del Corazón de Jesús en Córdoba.

Este año se jubiló y nos encontramos en la galería luminosa de María Reina presidida por la imagen de la Virgen, la misma a la que se encomendó en sus comienzos, con su historia, unida a la historia de muchas hermanas a las que cuidó 12 años en esta casa.

Ella cuenta como fueron sus comienzos que aún recuerda con detalles: “estaba separada de mi ex marido, con seis hijos menores, trabajaba en una empresa de alimentos para el Paicor, de noche dormía dos o tres horas, “fusilada”, me puse en manos de Dios y me animé a renunciar”.

Sin nada, renunció, a los 2 días se anotó en Cáritas -ubicada cerca del ex Hospital de niños-, le costó por su timidez pero la necesidad le dio coraje, entró y se anotó. A los dos días la llaman para preguntarle si se animaba a cuidar ancianas. Dijo que sí, se presentó en el lugar el 1 de octubre de 2003, la atendió la hermana Miriam en ese momento era Vicaria de la Casa madre, justo en el día del cumpleaños y la tomó en el acto.

Comienzos duros

Ahí comenzó a trabajar los domingos de 8 de la mañana a 10 de la noche, y si era necesario cubría a las enfermeras que faltaban.

Así empezó ese vínculo de amistad y cariño con las Esclavas del Corazón de Jesús. Norma dice que no tenía idea de lo que era la vida de una religiosa, ni conocía de oraciones, pero lo que la sostuvo desde ese primer día hasta el último del 2021, fue el cariño, el contacto afectivo la conectó con las ancianas además del respeto que les tenía, fue su recurso y la clave para cuidarlas: su cercanía, acompañarlas en el dolor, curarlas, quererlas hasta en el último instante de vida de cada religiosa que partía a la casa del Padre, muchas veces en sus brazos. Así se fueron acortando las distancias.

Mientras tanto, Norma apuntalaba sola la crianza de sus hijos, así que mientras trabajaba, los más grandes cuidaban a los más chicos. Vivía en un terreno fiscal, en una pieza construida en barro “una pobreza” dice ella. Su ex marido con problemas de alcohol, violento claramente no estaba en condiciones de apoyarla. De hecho Norma tomó la decisión de separase para tener una vida mejor para ella y para sus hijos y hoy ya tiene una casa grande que construyó con esfuerzo para vivir con su familia.

Emocionada, no duda en expresar que cuando llegó a María Reina, llegó con mucho sufrimiento, pero como siempre fue muy trabajadora, se apoyó en el trabajo, a las hermanas les cortaba el pelo, las bañaba, las cuidaba, las hacía reir “fui la mascota de mis viejitas” y eso la sostuvo. No se olvida de la madre Marta, superiora de la Casa Madre y de la madre Berrotarán (madre General), “con la que conocí a Dios, a María, las oraciones, ella me decía: tu oración vale más que la nuestra”.

Con esta frase se quedó y su ofrenda de oración – dice- fue la entrega en el trabajo, amar y proteger a las hermanas.

Tuvo la oportunidad de capacitarse en enfermería, “me anoté en el Instituto San Nicolás, las hermanas me apoyaron para que pudiera estudiar, y de la mano de una licenciada en enfermería tomé clases para aprender a canalizar, curar escaras, los primeros auxilios. Conocimientos que luego les enseñé a mis compañeras”.  

Legado

Sus hijas Marina y Natalia son enfermeras y actualmente trabajan en la Casa María Reina, a ellas les enseñó a trabajar con compromiso y desde el afecto.  Ellas son las que la ayudan a mantenerse conectada con “sus viejitas”.

Norma Roldán acompañó a más de 30 hermanas en la etapa final “Yo con ellas me encariñaba hasta el extremo de aferrarme y no dejarlas ir, eso me costó horrores, dejarlas ir, despedirlas con amor porque mis hijas y mis viejitas fueron mi familia”.

Sus manos son la muestra del amor, la entrega, el sacrificio, y de los cuidados que estuvieron en sus manos.

Tuvo varios sueños que anticiparon cosas que luego le pasaron en este trabajo, y de manera reiterativa con la presencia de la Virgen resplandeciente de luz, comenta Norma.

El año pasado le diagnosticaron la enfermedad de Parkinson, lo que aceleró su jubilación en María Reina. Ahora la llena de vida cuidar a su nieto, y cuidarse ella. Norma está convencida que se sana desde el amor y el perdón.

Reconocimiento

El 3 de septiembre de 2021, primer viernes de mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús Norma recibió de manos de la Congregación, la Carta de hermandad un regalo en reconocimiento a su noble y generosa tarea por las Hermanas Esclavas.

Que el Sagrado Corazón y la beata Catalina la bendigan como una hija muy querida.

Entrega de la Carta de Hermandad 03.09.21

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