El sol de una tarde lluviosa
1 de agosto en la ciudad de Córdoba, tarde lluviosa con una temperatura de 7 grados y una sensación de 5. Especial para quedarse encerrado y desaconsejado para salir a la calle, en una hora en donde todos desean llegar a casa y no miden bocinas ni despliegan prudencia.
Diez días antes había quedado de acuerdo con Angélica en ir a visitar a su madre, una mujer de 85 años. Y no podía fallarle, no sólo por ella, sino también por mí y por Madre Catalina. Aclaro que solo las había visto, a ambas una vez y de pasada.
Juana Inés o Jeanette, la mamá de Angélica, resultó ser una persona deliciosa, alegre, agradecida de la vida y con una broma o una frase alentadora a flor de labios. Vivaz, inquieta, atenta, “chocolatera”, llena de proyectos y con una memoria prodigiosa. Me recibió contenta, emocionada, y un poquito ansiosa. Yo también estaba ansiosa y al abrazarla la apreté fuerte.
A esta altura se preguntarán quién es Jeanette y qué tiene que ver con Madre Catalina. Descendiente directa de su querida hermana Estaurófila, nieta de su no menos amada sobrina y ahijada Carmen López. Su modo, su aspecto físico se asemejan a su famosa tía. La dejé hablar y me quedé contemplando esta “reliquia” de Catalina.
En su living tiene una foto de su abuela Carmen, a quien recuerda como una mujer dulce y protectora que con su esposo, Rafael Moyano, formaron a sus ocho hijos en la libertad de ideales. Me contó también historias familiares, que se pasaron de generación en generación, sobre Catalina y Estaurófila y coinciden con lo que surge en la Positio, en las cartas y Memorias de Catalina. Con mucha gracia y palabras desopilantes relataba hechos y se imaginaba en la ceremonia de beatificación de su tía. También me habló de su tía “Negra”, Ignacia Moyano López, quien fue Hermana Esclava y de la cual heredó el escudo de su hábito. Hubo tiempo también para que me hablara de los demás hijos de Carmen.
Le llevé de regalo lo que le hubiese llevado Catalina: ¡detentes y chocolates! sabía lo de los detentes, no así la inclinación “dulcera” de su tía. Me costó convencerla para que los compartiera con sus hijos y nietos, graciosamente decía ¡Jamás! ¡Es el regalo que me manda mi tía!
Lo más lindo que le escuché decir es que en la familia, siempre se habló de la “misión especial” que desarrolló su tía, pero les cuesta creer y asumir que ellos son sus descendientes y llevan su sangre. Creo que si leen atentamente el segundo párrafo, pueden decir conmigo que lo que se hereda no se hurta y Jeanette tiene un “estilo catalino”.
Después de dos horas me fui de su casa, con grandes deseos de volver y de que todos conozcan esta “prima” que tenemos los que formamos la Familia de Madre Catalina. Llovía más fuerte y hacía más frío, pero después de haber estado con Jeanette, sentí que había aparecido el sol.
Hna Silvia Somaré (ecj)