Silvia Somaré ecj.
Me tocó participar del encuentro anual de catequistas de la arquidiócesis de Buenos Aires para hablar de la catequesis en Madre Catalina.
Aprendí mucho preparándolo y como siempre ocurre, uno aprende más en el mismo encuentro y recibe todo el cariño de la gente.
Aunque aprendí me costó lograr los objetivos del encuentro y la cantidad de gente bastante grande que habría. Llegué bastante antes y comencé a ver llegar la gente. Me llamó la atención un muchacho que vi de lejos por el color naranja furioso de su remera y no pensé bien de eso. Sólo vi por la credencial que se llamaba Juan Pablo.
Preocupada por lo mío y al terminar la intervención se me acercó. Me contó que es catequista de niños con discapacidad y las metodologías que usaban y a tal punto me entretuvo que me olvidé del flúor de su remera y allí pensé en este artículo. También su estilo de oración por cada niño y con los niños. Lo que más mereció mi elogio y quiero compartírselos es que él también tiene una pequeña discapacidad neurológica que lo lleva a no poder hablar bien, pero piensa, y se expresa de maravillas.
Su nombre es Juan Pablo, tiene 34 años. saltó su límite y su fragilidad confiando en Jesús que hace el milagro de la pesca, de la multiplicación de los panes y tantos más con lo poquito que le damos.
