Me llamo Raúl Bermúdez y trabajo en un banco multinacional en la sucursal de Mendoza. Regularmente tenemos cursos de capacitación sobre nuestra actividad y a veces se hacen rutinarios. Creí que al que nos llamaron a asistir sería uno más.
Éste era motivacional, digamos testimonial y nos presentaron a Fabián Rodríguez, un mecánico de 50 años, felizmente casado y padre de 4 hijas. Mi pregunta prejuiciosa fue ¿qué tiene que ver un mecánico con un montón de bancarios? ¿Qué tiene para decirnos?
Simplemente nos contó su historia. De chico hace más de 40 años vivía precariamente con su hermana de 20 años y su tío, mendigaba y casi no iba al colegio. Murió su tío y quedó aún más a la intemperie. A la vuelta de su casa vivía con su esposo y tres hijos, una señora llamada Susana que solía darle alguna limosna. Cuando se enteró de su situación, le ofreció a la hermana ayudarlo, enviarlo a la escuela. A partir de allí se convirtió en uno más de su familia, de la familia de Susana. Dormía con su hermana en su casa, pero se duchaba, hacía la tarea, comía, vacacionaba y jugaba con sus hijos que tenían su edad. Susana asistía a los actos de su colegio, le compraba ropa al mismo tiempo que sus hijos, le enseñó a rezar, le daba cariño y le ponía límites y poco a poco fue el cuarto hijo y en el secundario lo mandó a una escuela técnica en donde aprendió mecánica. Esta mujer con su esposo hicieron trámites legales de tutoría, pasaron 7 años y cuando tenían todo casi listo para la adopción, apareció su mamá que lo había abandonado al nacer, se opuso y se lo llevó a vivir con ella. Susana no lo abandonó, lo siguió asistiendo y escuchó una de las frases más lindas de parte de Fabián “mi mamá es mi mamá porque me tuvo, vos Susana sos mi mamá porque fuiste mi mamá”.
Aunque Fabián se casó, se fue a vivir a un pueblo cercano, formó su familia e instaló su taller, Susana y su familia siempre estuvieron y el relato siguió. Fabián terminó diciendo “sin Susana yo no estaría aquí hablando con ustedes, probablemente estaría mendigando o en una cárcel o vendiendo droga”.
Salí de la capacitación con la sensación de que había sido una de las pocas provechosas. Pensé cuántas Susanas se necesitan pero después de una cuadra sentí que todos podemos ser Susana. Una cuadra más y me di cuenta que Susana es una de las tantas santas de la puerta de al lado.
Mientras caminamos seguramente encontraremos muchos Fabianes, se trata de que vivamos el don de ser santos de la puerta de al lado.
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