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Testimonio. Su abuelo inauguró la Casa de Ejercicios junto al Cura Brochero

La hermana Berta Fernández Esclava del Corazón de Jesús, creció en una familia donde el “Señor Cura” Brochero era parte de la “casa”. Su abuelo materno Teodosio Murúa inauguró la Casa de Ejercicios ayudando a Brochero. Su padre pudo confesarse con el Cura, quien a veces a las apuradas lo hacía en la vereda de la Iglesia. Berta recuerda las señales que daban sus padres en la casa cuando llegaba el momento de los Ejercicios espirituales.

En un nuevo aniversario del Santo Cura Brochero, recuperamos el relato que la hermana Berta Fernández escribe en el prólogo del libro “Fueron más allá de Los Gigantes” [1] donde nos asoma a una historia tejida por Dios, inspirada en dos amigos que hoy nos dejan el legado de la santidad, San José Gabriel del Rosario Brochero y la Beata Catalina de María Rodríguez. 

El Cura Brochero era parte de mi familia[1]

Hablar del Cura Brochero y de Madre Catalina es hablar de mi familia. Nací en Ciénaga de Allende, un pueblito muy cercano a Cura Brochero y desde siempre, el Señor Cura fue una persona nombrada con cariño y respeto en el ambiente en el que me crié.

Mi abuelo materno, Teodosio Murúa, fue uno de los fieles que inauguró la Casa de Ejercicios en 1877. Pero la historia comenzó antes, desde su Nono natal acudió con su caballo tordillo, al llamado de Brochero para transportar troncos de quinoa desde Altautina y con ese material, fabricar los tirantes del techo de la Casa.

Desde aquellos primeros Ejercicios de su juventud pasaron más de 60 años y en todos ellos los hizo. Tuvo el oficio de “bautizador”, modalidad  que usaba el Cura para llegar a todos con el sacramento del Bautismo. Elegía a varones respetados y formados para esta tarea. La gente acudía a sus casas con los niños a quienes los hacían hijos de Dios con el agua y más tarde, una o dos veces al año el sacerdote completaba el sacramento aplicando los óleos. Mi abuelo fue un santo hombre que murió rezando el Rosario y nos heredó los Ejercicios, el amor a la Virgen y la cercanía de Brochero.

La Historia familiar siguió, mi padre, Jerónimo Fernández tuvo el regalo de confesarse con el Cura, quien a veces a las apuradas lo hacía en la vereda de la Iglesia. Ya casado con mi madre se alternaban año de por medio para hacer los Ejercicios, mientras el otro se quedaba al cuidado de los hijos ¡Fuimos 12! Cuando ya estábamos cerca de los 15 años, las mujeres acompañábamos a Ejercicios a mamá y los varones a papá, después íbamos solos. Un signo de que se acercaba la fecha para este acontecimiento era que en una canasta que había en la cocina, papá o mamá ponían dulces caseros, nueces o alguna golosina adentro. ¡Eran las provisiones para las meriendas de esos días!

Esa Casa, que para mí era inmensa, estaba atendida por las Hijas de Madre Catalina, las Hermanas Esclavas. Allí con 15 años hice los Ejercicios por primera vez y en ellos discerní mi vocación a la Vida Consagrada y desde hace más de 70, soy Esclava del Corazón de Jesús.

Hoy con alegría, revivo esta trama que tejió Dios y los invito a acercarse a la gigantesca obra que hicieron el Cura Brochero y Madre Catalina, especialmente la de nuestros corazones.

                                                                                  Hermana Ana Berta Fernández(ecj)

Hermana Ana Berta Fernández ecj. al medio

[1] Extracto del prólogo de “Fueron más allá de Los Gigantes” de Silvia Somaré (ecj) Ediciones Misión Compartida, 2016.

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