En febrero 2021 un mes muy dedicado a la Fraternidad y la hermandad, elegimos a una mujer con perfil catalino por su espíritu de lucha, coraje, como mujer, como madre, como hermana comprometida con los jóvenes para reparar donde haya un rincón que reparar.
Latifah Ibn Ziaten, fundadora de la Asociación Imad para la Juventud y la Paz, que perdió a su hijo en un acto terrorista y que transformó su dolor en un acercamiento a los jóvenes.
Fue premiada junto a António Guterres, político originario de Portugal que ahora es el noveno Secretario General de las Naciones Unidas, con el Premio Zayed a la Fraternidad Humana 2021. En la Primera Jornada Internacional dedicada a la Fraternidad Humana el pasado 4 de febrero, celebrada por el Papa Francisco en un evento virtual organizado por el Jeque Mohammed bin Zayed que tuvo lugar en Abu Dhabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, con la participación del Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyeb, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, y otras personalidades.
Latifah Ibn Ziaten, fundadora de la Asociación Imad para la Juventud y la Paz. Latifah es originaria de Marruecos y es madre de cinco hijos. En 1977 se trasladó a Francia con diecisiete años. Uno de sus hijos, Imad, se alistó en el 1º Regimiento de Paracaidistas de Francia. Imad fue asesinado cerca de Toulouse en 2012. Más tarde buscó al asesino de su hijo, Mohammed Merah, para entender qué le había llevado a cometer el asesinato.
Ese encuentro le permitió entrar en el mundo de un joven que se sentía abandonado y que nunca había logrado integrarse en la sociedad en general. Desde que fundó la Asociación Imad para la Juventud y la Paz, Latifah viaja por toda Francia para contar su historia y reunirse con los jóvenes. Su esperanza es contribuir a preservar la “armonía social” entre las generaciones mayores y las jóvenes, y entre los nativos de Francia y los inmigrantes.
En la Encíclica Fratelli Tutti el Santo Padre destaca el valor de la amabilidad:
“La amabilidad es una liberación de la crueldad que a veces penetra las relaciones humanas, de la ansiedad que no nos deja pensar en los demás, de la urgencia distraída que ignora que los otros también tienen derecho a ser felices. Hoy no suele haber ni tiempo ni energías disponibles para detenerse a tratar bien a los demás, a decir “permiso”, “perdón”, “gracias”.
Pero de vez en cuando aparece el milagro de una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia. Este esfuerzo, vivido cada día, es capaz de crear esa convivencia sana que vence las incomprensiones y previene los conflictos. El cultivo de la amabilidad no es un detalle menor ni una actitud superficial o burguesa. Puesto que supone valoración y respeto, cuando se hace cultura en una sociedad transfigura profundamente el estilo de vida, las relaciones sociales, el modo de debatir y de confrontar ideas. Facilita la búsqueda de consensos y abre caminos donde la exasperación destruye todos los puentes”.