Cristina Guerra, España. Experiencia voluntariado.
Visitar unos días la Mission del Sacre Coeur en Benin, ha supuesto para mi en primer lugar un enorme regalo, por coincidir con la celebración de precisamente su fiesta en el mes de junio, y vivirla allí junto a una comunidad africana católica y más piadosa, si cabe, que otras muchas del llamado “mundo desarrollado”.
Además, la generosa acogida de las Hermanas del Corazón de Jesús en su casa, así como la posibilidad de integrarme en las distintas actividades que desarrollan en las aldeas, parroquias, escuelas, catequesis y demás, ha sido una experiencia única para conocer la realidad tan diferente de aquellos pueblos de Africa respecto a nosotros, los europeos.
El reencuentro con las personas, especialmente con los niños con su alegría natural y expontánea, con la amabilidad y respeto en los adultos, con las relaciones naturales de vecindad, con los ritmos del día y la naturaleza, han significado para mí, una vuelta a lo esencial, a lo que está en lo más profundo de cada uno de nosotros: su humanidad.
Sin embargo, las evidentes y múltiples carencias materiales en cuanto a carreteras, electricidad, agua, suministros, equipamientos, mobiliario, medicinas y centros hospitalarios, en aquellas aldeas, pone de manifiesto la necesidad imperiante de recibir ayuda por parte de todos, los poderes públicos pero también nosotros, los particulares.
La labor de las tres hermanas Esclavas del Corazón de Jesús, que activa y entregadamente ofrecen sus vidas en la Missión por mejorar la de aquellas personas, no sólo es encomiable y valiosísima sino que pone de manifiesto el cumplimiento del encargo de Jesús en el evangelio “conmigo lo hicisteis”.
Mis palabras no pueden resumir todo lo vivido, pero sí son de enorme agradecimiento a Dios por llevarme allí y a ellas por recibirme; quedando como eco en mi corazón y para el resto de mis días, la frase como la decían “mis niños” de Benin:
¡Sacre Coeur de Jesus, J’ai confiance en toi!
